El 'Juchilango' del arte

Miguel Angel Ceballos | El Universal | 27 Jan 2008

Como buen beisbolista, Demián Flores Cortés sabe la importancia de jugar en equipo: sus proyectos artísticos están relacionados con la comunidad. Como luchador, tiene varias estrategias para lograr sus metas: ha llevado sus muestras a parques de beisbol o trasladado un ring a un museo. Como artista se define como un juchilango, voz que engloba su posición de vida y su formación en Juchitán, Oaxaca, y el DF.
Flores nació en 1971 en uno de los pueblos con mayor actividad comercial del sureste mexicano. Pertenece a una familia de comerciantes cuyo abuelo administraba una enorme tienda ubicada en el zócalo de Juchitán, en la que se vendía un poco de todo. Ahí creció, rodeado de cajas y fascinado por las imágenes de los catálogos de los vendedores que iban de pueblo en pueblo ofreciendo productos.

Ahora es un artista que en la última década ha destacado por su discurso transdisciplinario. Ha desarrollado un lenguaje híbrido que integra la pintura, gráfica y arte objeto, por lo que es considerado uno de los creadores contemporáneos más reconocidos en México.

A los 13 años de edad cambió su residencia al DF para vivir primero en la Narvarte, y luego en un conjunto de multifamiliares de Villa Coapa. Por eso los referentes constantes en su dibujo, gráfica y pintura a los elementos de su pasado zapoteco ancestral combinados con elementos de la gran urbe chilanga.

En su trabajo, Demián se ha enfocado al rescate y reinterpretación de las tradiciones zapotecas con el objetivo de transformarlas y hacer una especie de mestizaje con lo contemporáneo. Y es que cuando era niño hacia lo mismo: le gustaba jugar talayi y porrazo, dos juegos que son antecedente zapoteco del beisbol y las luchas. El talayi o pelota de esponja se practica principalmente en Juchitán y es muy parecido al beisbol, pero con la diferencia de que el cuerpo humano suple los accesorios deportivos y los patios caseros se convierten en campos de juego. En tanto que el porrazo es una especie de lucha grecoromana prehispánica, en la cual vence quien quita el pañuelo que lleva en la cintura su contrincante o lo coloca espaldas al piso.

Flores refleja los atributos que requiere un primera base, la posición que jugaba en el beisbol: alto y de reacciones rápidas, un observador permanente de su realidad y dispuesto al reto de atrapar una bola por más complicada que parezca.

Así lo demostró durante el conflicto en Oaxaca del año pasado al convocar a varios artistas a que expresaran su visión del conflicto social y político en La Curtiduría, un espacio independiente fundado por el propio Flores en septiembre de 1996, dedicado al arte contemporáneo pero con una visión social.

Ahora mismo, la Casa Lamm exhibe la exposición Juchilango. Una visión crítica a la obra de Demián Flores, que contiene pintura y obra gráfica que forman parte de ocho series temáticas que el artista ha presentado en distintos espacios entre 2000 y 2007. No es una retrospectiva, sino una relectura de su trabajo a través de los temas y obsesiones de su proceso creativo.


A todo eso. Mi obra parte de un reflejo de lo que soy. En Juchitán, el deporte era el besibol, pero también jugué el talayi. En el DF fueron deportes más de barrio, como el futbol. En ese tiempo en Villa Coapa existían varios campos y jugábamos algo que se llamaba bolillo, que era un palo al que se le sacaba punta en los extremos y se le pegaba con otro, y uno tenía que adivinar los pasos para llegar al bolillo.


Primera base. El beisbol fue algo que trasladé cuando llegué a la ciudad porque enseguida me inscribí a una liga infantil y jugué mucho tiempo en Cuemanco. Además, he involucrando esos juegos a mi obra como estrategias para incorporar al espacio público y los espacios privados dentro de un esquema artístico. Por ejemplo, en 2000 hice una exposición sobre lucha libre en la que trasladé una arena al Museo de la Ciudad de México, instalamos un ring y se inauguró la exposición con una función de lucha. En el caso de la intervención de beisbol fue desdoblar esa idea y llevar el espacio artístico al parque de beisbol de Oaxaca, en donde construimos una galería debajo de las gradas del estadio y se hicieron intervenciones a las pelotas con las que se jugó, entre otras cosas.


No. De niño fui muy serio, el humor se me dio con el tiempo y es una forma de contrarrestar la realidad. Fui un niño muy callado, ensimismado, observador, al grado de que mis padres me llevaban al doctor porque creían que estaba enfermo. Esa ironía o forma de plantearme la realidad me lo dio el tiempo. Vivimos una realidad tan difícil, con una construcción tan caótica, que una de las pocas formas que tenemos como seres humanos de contrarrestar eso es con la ironía.


Como todo niño pinté y dibujé, así que lo que hice simplemente fue prolongar los juegos. Desde niño tenía una fascinación por las imágenes que llegaban en los catálogos que llevaban los vendedores de pueblo en pueblo para ofrecer sus productos. A mí me llamaban mucho la atención y me di cuenta de que me divertía dibujar y que podía pasarme horas haciéndolo, porque encontraba un diálogo. Llegó un momento en que no sabía hacer otra cosa más que eso y fue obvio que me tenía que dedicar a eso.



Por la forma en que crecí y por una postura. Yo crecí dentro de la infraestructura cultural que creó Francisco Toledo, primero en Juchitán y luego en Oaxaca. Yo vengo de ahí, eso habla de una formación comunitaria y de que creo que son fundamentales estos espacios para la sociedad. Por otro lado es una posición. Soy un artista cuyo trabajo nace de una realidad específica que es la del México actual y en ese sentido sí creo que es necesario adelgazar ese límite que hay entre el arte y la sociedad y por eso esas estrategias de llevar el arte a los espacios públicos.


En Oaxaca hubo momentos en que la realidad nos sobrepasó a todos y vimos, en el caso de nosotros como creadores, que la imaginación se queda corta y que la realidad es tan impresionante que avasalla a cualquiera, a cualquier imaginativo.

Yo creo que el artista verdadero es alguien que debe tener un principio, un contexto y que debe vivir en la realidad en la que cotidianamente se despierta y duerme, no puede evadirla. Como artista, lo que uno realiza son filtros de esa realidad.



Para nada. Me encantaría porque es un artista al que respeto como creador e impulsor de proyectos, una persona muy generosa y un ejemplo que todos deberían seguir.