De/construcción de una nación

Edgardo Ganado Kim | Catálogo 10 30, Museo y Palacio | Sep 2012

A partir de reproducciones contemporáneas “fake” de piezas prehispánicas, populares y clásicas y un video proyectado sobre una escultura paradigmática del arte del siglo XIX en México, Demián Flores (Juchitán, Oaxaca, 1971) reflexiona en torno a posibles formas de interpretar la construcción de la identidad nacional desde su realidad.

El proyecto de Demián Flores que se presentó en las salas temáticas del Museo Nacional de Arte hace evidente y subraya todavía más, algunas de las direcciones que se han tomado en la historia nacional para, desde el poder político, artístico y cultural, estructurar discursos en torno a nuestra identidad.

Si bien es cierto que desde finales del siglo XVIII algunos intelectuales se han abocado a reflexionar sobre el origen y símbolos que aglutinan a las comunidades que habitan el territorio nacional, no es sino hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando esto se institucionaliza y va tomando forma nacional. Los artistas decimonónicos exploraron temas que se relacionan con la situación que les tocó vivir. Así José María Velasco volcará su imaginación e intereses hacía el paisaje singular y característico de la naciente nación. El perfil del valle de México, su orografía, fauna y vegetación serán para este pintor una imagen original que no existe en otras latitudes. Diferentes artistas se acercaron a temas bíblicos para expresar sus ideas religiosas, políticas, artísticas e identitarias como Santiago Rebull o José Salome Pina. En una época de convulsiones sociales y restructuración de la naciente nación se buscó en la historia, el paisaje y el mito algunas de las características que se creían daban forma a nuestro particular sistema simbólico. Durante al porfiriato una serie de artistas buscaron claramente en la historia sus temas. El mundo antiguo prehispánico y su tragedia al ser conquistado fueron abordados desde las formas y herencias clásicas que habían aprendido en la academia. La imagen de lo mexicano que inventaron tomó forma a partir de la idealización de los tipos indígenas, los héroes y los villanos y la similitud que en ocasiones encontraban con occidente, actitud que los acercaba a una idea de que México no estaba tan alejado de la civilización, como es el caso de emblemática pintura El senado de Tlaxcala de Rodrigo Gutiérrez. Hablaron de que también habían llegado al territorio mexicano hombres instruidos que defendían al indio como lo podemos constatar en el lienzo de Félix Parra Fray Bartolomé de las Casas en donde el dominico parece orar frente a la trágica destrucción del mundo mexica. Desde esta perspectiva nuestro país y sus ancestrales habitantes no se alejaban tanto del mundo civilizatorio como mucho afirmaban. Para estos artistas el triste rompecabezas que parecía ser parte de su identidad se podía reconstruir. Muy lejos se encontraban de otras formas de imposición de la identidad nacional como el muralismo mexicano, la llamada época de oro del cine nacional o los clichés mediáticos de hoy en día con sus charros, concheros y fridas se nos pretende imponer.

A esto responde, de alguna manera, el contrastar y emparentar en un espacio museístico el trabajo de Demián Flores con algunos de estos cuadros albergados en las salas del MUNAL. El quehacer de este artista y promotor cultural se finca en gran medida en una arqueología comparada de la imagen. En su pintura, grabado y dibujo, así como en sus recientes ensambles que vemos en esta exposición Demián Flores hace una investigación iconográfica y formal que utiliza para evidenciar paradojas míticas, contradicciones simbólicas y desagustes culturales. Su quehacer plástico lo ha llevado constantemente a una hibridación de las imágenes que utiliza, mismas que son extraídas de códices, pasquines, fotografías, publicidad popular, cartoons, etc. Siempre trabajadas en palimpsesto visual que contrasta época, pulsión, forma y color. Ahora esta manera de proceder se exacerba y se amplia en el espacio del museo para enfrentarse a las pinturas y esculturas que rodean sus piezas. Se trata de ensambles que en su mayoría presentan como elemento principal una reproducción comercial de figuras prehispánicas de la región del occidente de México. De ellas parecen emerger otras piezas que complementan la iconografía: una gran falo al frente de una de ellas, en otra, un luchador que porta su rigurosa máscara, unas mujeres en cuclillas que parecen parir, un carruaje clásico tirado por caballos, una imagen devocional de Malverde, una Venus de Milo, un cristo popular, una cabeza de Mickey Mouse y diversos objetos que hacen una amalgama de elementos iconográficos que a primera vista nos pueden parecer contradictorios o puestos en lugares que no les corresponden. Más allá de estas tensiones, se nos revela una gama de formas, imágenes, materiales y mitos que de alguna medida constituyen una visión de nuestra cosmogonía. Al mismo tiempo estos objetos parecen recién extraídos de una excavación arqueológica, se encuentran terrosos, como si acabaran de ser descubiertos y quisieran respondernos algunas preguntas.
En otro sentido una instalación de video roba nuestra atención al estar proyectada sobre un mundo que se encuentra al lado de Cristóbal Colón, obra del escultor decimonónico Manuel Vilar. El globo terráqueo sirve de pantalla a las imágenes de guerra, miseria y desolación que en gran medida a causado la delirante y larga colonización en Latinoamérica a partir de su “descubrimiento”.

La relación que se establece en esta muestra con las obras del siglo XIX hace evidente la continua necesidad que ha tenido nuestro país en afirmarse como nación, con herencias de raíz diversa, mundos simbólicos que crean otros, con otras formas que no desdibujan del todo su procedencia. Las obras de Demián Flores son preguntas en torno a otras preguntas que en el pasado también se hicieron algunos artistas, un signo que nos revela la constante forma de vernos, entendernos y explicarnos desde la construcción simbólica del arte.