Entrevista con Demián Flores

Askari Mateos | 2009

Hace cosa de tres años, cuando las contradicciones culturales de la Ciudad de México le resultaron estériles, Demián Flores regresó a Oaxaca en busca de un “borbotón creativo” que diera continuidad a lo que venía desarrollando en torno a “la hibridación como símbolo de lo contemporáneo”, una mezcla de serigrafía, pintura, arte objeto y ready-made.
Al llegar no imaginó que junto a más de 250 mil habitantes atestiguaría el devenir de un plantón magisterial cotidiano en el conflicto político-social más trascendente de la última década en el país. Tampoco sabía que él mismo sería una pieza fundamental en el proceso que está dando un rostro distinto al arte oaxaqueño.
El rumbo actual del arte es el resultado de “un proceso necesario en el que los artistas respondieron a las necesidades del entorno”, explica Demián Flores (Juchitán, Oaxaca, 1971), quien con la creación de espacios de tránsito artístico, hace las veces de aglutinador de un movimiento que comenzó tomando postura ante la realidad histórica dada con el surgimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y los enfrentamientos entre ésta y el Gobierno Estatal.

La Curtiduría

Lo primero que hizo Demián Flores al llegar a Oaxaca fue buscar un taller. Encontró una antigua curtiduría en Jalatlaco (Calle 5 de Mayo 307), un barrio que históricamente había sido de curtidores. Pero no sólo halló un taller en “una casa inútil, que no sirve para ser habitada”, sino la posibilidad de recuperar un proyecto de residencias artísticas, originalmente planeado en el año 2000, junto con Fernando Ortiz y Fernando Gálvez de Aguinaga, e inspirado en sus experiencias en Vermont, EUA y París, Francia, lugares donde fue acogido para desarrollar su trabajo creativo.
El interés por los proyectos culturales no es nuevo en él, vivió en Juchitán hasta los trece años, rodeado de una estructura singular donde el espíritu de la familia, la integración y la convivencia comunitaria son una tradición. Una de sus primeras incursiones en este contexto se dio en la Ciudad de México, donde junto con Alejandro Ortiz y el laureado Mario Bellatín, estableció Libros del Dragón, un espacio que ofertaba los saldos de las editoriales, seleccionados escrupulosamente, labor que también le permitía experimentar con las artes gráficas en la literatura.
Con el conflicto local creciendo a pasos agigantados, nace a mediados de 2006 La Curtiduría —cuyo evento inaugural es un taller de performance impartido por Guillermo Gómez-Peña, máximo exponente del arte chicano—, convirtiéndose así en una válvula de escape al tránsito artístico. En este contexto se da el primer proyecto, La Patria Ilustrada, una exposición incluyente que reunió no sólo manifestaciones pictóricas, sino gráficas, de multimedia, música, fotografía y literatura, donde era posible apreciar tanto piezas de Francisco Toledo como del mismo dibujante de la Sección 22 del Magisterio. La Curtiduría se vuelve entonces “un espacio abierto que responde a partir del arte a una necesidad, al diálogo de los mismos temas pero desde diferentes perspectivas”.
Un segundo proyecto, quizás el más importante, se genera en noviembre, La Calavera Oaxaqueña, una carpeta que pretendía ser sólo un homenaje a José Guadalupe Posada y una ofrenda a los muertos, pero que acabó siendo parte de una muestra presentada en enero de 2007 para recaudar fondos en favor del Comité Pro-Liberación 25 de Noviembre —del cual Francisco Toledo es fundador—, en la que participaron artistas como Gabriel Macotela, Adriana Calatayud, Maries Mendiola, Antonio Turok, Sergio Hernández, Guillermo Olguín, Boris Viskin, Dr. Lakra, el mismo Francisco Toledo y Demián Flores, entre otros.
Por supuesto, La Curtiduría, como cenáculo de artistas a favor no tanto del movimiento, sino de la liberación de los presos, fue victima de hostigamiento cuando en febrero de 2007 Gandalf Gavan, pintor alemán y catedrático de la Universidad de Columbia en Nueva York, e invitado al proyecto de residencias, fue detenido sin motivo aparente por agentes de la Policía Ministerial del Estado.
No obstante, en abril del mismo año, y ya con el apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú, finalmente La Curtiduría puede dar orientación al plan original y desarrollar programas específicos: residencias, vínculos educativos y exposiciones. Pronto aparecen proyectos como El maíz es nuestra vida, en el que la promotora y activista social Marietta Bernstoff, convocó a 48 mujeres artistas (Natalia Toledo, Sara Corenstein, Rowena Galavitz, Beatriz Russek, entre otras) a participar en una muestra en torno al maíz exhibida en agosto de 2007 en el Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental del Bosque de Chapultepec. Y Zegache, talleres comunitarios, exposición montada en Casa Lamm, en la que artistas (Daniel Lezama, Francisco Castro Leñero, Gabriel Macotela, Gilberto Aceves Navaro, entre otros) intervienen espejos hechos por una asociación de jóvenes fundada por el desaparecido pintor Rodolfo Morales y dirigida por Georgina Saldaña, para
recuperar los oficios tradicionales y restaurar el patrimonio artístico de Santa Ana Zegache.
“La Curtiduría es una versión contemporánea de la Casa de Cultura que yo viví en los ochenta en Juchitán”, dice Demián Flores. Uno de los objetivos también es encontrar paralelos con la Ciudad de México, Tijuana, Estados Unidos y Europa.
A los artistas invitados siempre se les encuentra su par local. Con ese propósito fueron invitados creadores de Colombia, para desarrollar la técnica del esténcil en compañía del colectivo oaxaqueño Arte Jaguar, lo cual transformó el discurso en los muros que fueron intervenidos en toda la ciudad. “Ya no era el placazo sino una narrativa visual sobre el muro”.

Taller Gráfica Actual

Las necesidades de expresión y el crecimiento del movimiento artístico en Oaxaca han rebasado la oferta de La Curtiduría, por tal motivo, en febrero de 2008 fue creado en el corazón del Centro Histórico (Calle Allende 207) un nuevo espacio, el Taller de Gráfica Actual. “Es un nuevo proyecto que funciona como laboratorio de trabajo donde puedan convivir los medios gráficos tradicionales, como la litografía, el grabado y la serigrafía, con técnicas de impresión contemporáneas”.
Este espacio ya ha empezado a tender sus propios puentes. Este mismo año, Patricia A. Córdoba y Lorenzo Bencini, del Taller Il Bisonte en Florencia, Italia, impartirán talleres y trabajarán en ediciones gráficas y litográficas de artistas como con Francisco Castro Leñero y Luis Ricaurte; el Tamarind Institute de Nuevo México, EUA, compartirá sus talleres y conferencias con artistas locales; Francesco Siqueiros de Nopal Press en California, EUA, dará talleres y trabajará ediciones gráficas con Dr. Lakra. Por su parte, el mismo Demián Flores hará lo propio con la activista y muralista chicana Isis Rodríguez. Sin embargo, al nuevo proyecto también se han sumado desde la Ciudad de México el taller de Pilar Bordes, Mario Rangel, Carlos Amorales y Boris Viskin, para hacer ediciones. “Pero en general el espacio está abierto a cualquier artista que quiera trabajar su propia obra”.

El nuevo rumbo del arte en Oaxaca

Para Demián Flores, la generación de Francisco Toledo respondió a sus necesidades. Bien o mal hay un grupo de artistas en los ochenta que tuvo peso, “prueba de ello es la infraestructura creada a partir del rescate del Patrimonio Histórico de la ciudad y la creación de espacios”. Sin embargo, “nuestra generación viene a llenar una brecha (la de los noventa y la primera mitad de actual década) en la que hubo artistas que se dedicaron a comercializar sus creaciones y a esperar lo que el otro hiciera, y no a generar sus propios diálogos y sus propias perspectivas en cuanto al arte y la realidad histórica”.
En Oaxaca ahora ocurre lo que sucedió en los setenta en la Ciudad de México. Después de un conflicto o una sacudida social se tiende al agrupamiento y a la creación de nuevos espacios. “De hecho creo que hay un arte antes de conflicto y otro después del conflicto”.
Y es que, bajo su perspectiva, los jóvenes artistas que estaban tratando de emular estilos comerciales o que “satisfacían a ciertos espacios galerísticos o necesidades turísticas, al ver que la realidad superaba cualquier fantasía se dieron cuenta de que el arte era un vehículo de información y de comunicación”, un arma del pensamiento que vino a cambiarlo todo.
“Todos los que vimos la ciudad de Oaxaca en esos tiempos y los que la vemos ahora, notamos que la ciudad responde a una dinámica cultural distinta”. Oaxaca ha dejado de ser “una ciudad histórica y cultural”, para convertirse en “un centro emergente y generador de arte contemporáneo”.
Él mismo recuerda lo difícil que fue durante su época de estudiante quitarse la imagen de artista oaxaqueño, “si decías que eras artista oaxaqueño la gente ya sabía de inmediato qué era lo que uno pintaba. Incluso en los concursos era muy complicado convencer a los críticos de arte o a los artistas que seleccionaban a los aspirantes para las becas o premios”.
Ahora no, Oaxaca es un foco cultural como lo fue hace un tiempo Tijuana. Y todos, artistas y curadores, “están mirando hacia acá”. Ya hay una generación de 30 o 40 artistas que salieron hace unos años a estudiar a otras ciudades y que han regresado para trabajar codo a codo con los jóvenes que se formaron aquí.
La cabeza de todo esto es Francisco Toledo, dice, y junto con él otros artistas (Rodolfo Nieto, Sergio Hernández, Rodolfo Morales) que viajaron a Europa y coincidieron allá para más tarde sentar las bases. Pero nosotros somos distintos y nuestros espacios independientes están creando una dinámica cultural donde se tiene la posibilidad de escoger y decidir, “a pesar de los bemoles del desgaste por el conflicto social que ha polarizado al gremio”.
Hoy, a poco más de dos años de que estallara la disputa, cuyo fin era la dimisión del actual gobernador, muchas cosas han cambiado en esta ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987. Tras el anquilosamiento de actividades culturales y el éxodo obligado de empresarios, familias, estudiantes y, por supuesto, creadores, la economía comienza a tomar su cause, el turismo vuelve a plagar la ciudad, una editorial (Almadía) se va afianzado en el mercado nacional y el arte ha tomado el rumbo que necesitaba después de varios lustros de escasas búsquedas estéticas, consecuencia de un mercado que así lo demandaba.